La tímida audacia de la hemorroísa
Pbro. Dr. Enrique Cases
9 julio 2008
Sección: Sin categoría
9 julio 2008
Sección: Sin categoría
¿Por qué aquella
mujer no pidió un milagro a Jesús cuando es patente que tenía mucha fe? Las
circunstancias del momento lo explican bastante bien. Esta enfermedad era
considerada “impureza legal”. Eso era así durante los ritmos naturales, pero
este caso era más fuerte aún. No es fácil saber el origen de esta separación,
pero estaba prohibido tocar o acercarse a una mujer en esas circunstancias.
Era una enfermedad
que ni se podía mencionar. Aquella mujer debía saber muy bien lo que era una
intocable. No podía clamar como la cananea que su hijo estaba muriendo, si
habla la rechazarían.
El milagro de la
hemorroísa es distinto de los demás, es un milagro peculiar. Al leerlo en el
evangelio se ve aflorar la personalidad de una mujer en la que se juntan la
timidez y la audacia. Por una parte es tímida o temerosa,pues no se atreve a
pedir el milagro a Jesús directamente. Por otra, su fe le lleva a creer que con
sólo tocar la orla del vestido de Jesús bastará para curarse. Con este doble
juego de pensamientos y sentimientos se ingenia para realizar su propósito de
la manera más discreta. Busca un momento en que mucha gente rodea al Señor; y
cuando éste avanza entre estrecheces y apreturas, se abre paso con decisión y
esfuerzo y toca la orla del vestido de Jesús. Quizá tuvo que arrojarse al suelo
para conseguirlo.
MUCHOS PENSARÍAN QUE SU
ACTUAR ERA EXCESIVO, QUE QUIZÁ ERA UNA FANÁTICA, O QUE ESTABA LOCA. PERO LO
CIERTO ES QUE A LOS OJOS DE DIOS SU MODO DE ACTUAR FUE GRATO Y QUEDÓ CURADA.
DIOS BUSCA LA FE Y ESO ES LO QUE MOVÍA A AQUELLA BUENA Y ATRIBULADA MUJER.
Pero leamos lo que
dice el evangelio de San Marcos Una mujer padecía flujo de sangre desde hacía
doce años, y había padecido mucho por parte de muchos médicos, y gastado todos
sus bienes sin aprovecharle nada, sino que iba de mal en peor, cuando oyó
hablar de Jesús, vino por detrás entre la muchedumbre y tocó su vestido; porque
decía: si pudiera tocar, aunque sólo fuera su manto, quedaré sana. En el mismo
instante se secó la fuente de sangre y sintió en su cuerpo que estaba curada de
la enfermedad[400].
Aquella mujer no se
había quedado inactiva ante su enfermedad -que no era mortal- había acudido a
muchos médicos y había gastado todos sus bienes, y eso durante doce años. La
sensación de fracaso debía ser grande. Había hecho todo lo posible desde el
punto de vista humano, pero no había nada que hacer. Hasta que oyó hablar de
Jesús y, aunque no era timorata, el Señor le infunde respeto hasta el punto de
no atreverse a hablar con El, y decide tocar su vestido solamente. La curación
debió ir unida a una sensación nueva propia de una salud repentina, y el gozo
le inundó el alma. Los que estaban alrededor aprenderán una nueva lección de
Jesús sobre la verdadera pureza y el sentido de las prohibiciones.
La fe es la
condición de todo milagro, pero en éste hay un matiz nuevo: tocar el vestido de
Jesucristo. Aquí esta mujer está dando una lección y un estímulo a los
seguidores de Jesucristo: también podemos tocar al Señor.
El trato con Dios
es espiritual, pero como también somos cuerpo, Dios ha querido instituir unos
signos sensibles de su gracia, que son los sacramentos. Así los define el
Catecismo de San Pío V ciertas señales sensibles que causan la gracia, y al
mismo tiempo la declaran, como poniéndola delante de los ojos [401].
Dios se nos da a
través de algo sensible como el agua en el bautismo, el aceite en la unción de
los enfermos, y, sobre todo, en el pan eucarístico, en el que más que tocarle podemos comerle. ¡Que grandeza de Dios que se nos hace tan
próximo! Verdaderamente es “Dios con nosotros”, como había sido profetizado. Aunque
nos concede su gracia de muchos otros modos, ha instituido expresa y libremente
-sólo El podía hacerlo- estos siete signos eficaces, para que de una manera
estable y asequible a todos, los hombres puedan hacerse partícipes de los
méritos de la Redención[402]. Nuestra actitud ante los sacramentos debería ser
lo más cercana posible a la de la hemorroísa pues como dice San Ambrosio tocó
delicadamente el ruedo del manto, se acercó con fe, creyó y supo que había sido
sanada… así nosotros, si queremos ser salvados, toquemos con fe el manto de
Cristo[403] . El manto de Cristo son los sacramentos.
¿Tocamos al Señor
con la fe de la hemorroísa o como la muchedumbre que le deja pasar con
dificultad? Comenta San Agustín: Ella toca, la muchedumbre oprime. ¿Qué significa ‘tocó’
sino ‘creyó ‘?
[404].
Necesitamos tocar
al Señor con la fe de aquella mujer en todos los sacramentos. La teología ha
explicado los frutos de los sacramentos en el hombre con dos frases. Una es ex
opere operato, con ella se indica la acción del sacramento independientemente
de las disposiciones del que lo recibe. La otra es ex opere operantis e indica
las buenas o malas disposiciones del sujeto que recibe el sacramento. Si las disposiciones
son óptimas la recepción de la gracia del sacramento es altísima. Si las disposiciones están cargadas de distracción
y de poca fe la recepción será pequeña, o incluso nula.
Mejorar nuestras
disposiciones en la recepción de los sacramentos es vivir aquella expresión tan
bonita de la liturgia: sancta sancte tranctanda -las cosas santas deben ser
tratadas santamente-.
Así lo indicóel
Señor pues al momento Jesús, conociendo en sí mismo la virtud salida de él,
vuelto hacia la muchedumbre, decía: ¿Quién me ha tocado mis vestidos? Y le
decían los discipulos: Ves que la muchedumbre te oprime y dices ¿quién me ha
tocado? Y miraba a su alrededor para ver a la que había hecho esto. La mujer,
asustada y temblorosa, sabiendo lo que le había ocurrido, se acercó, se postró
ante él y le confesó la verdad. El entonces le dijo: Hija tu fe te ha salvado; vete en paz y queda curada de tu
dolencia[405].
La mirada de Jesús
a la muchedumbre llenaría de estupor a muchos que no entendían lo que había
pasado. También hoy se repite esta mirada del Señor a tantos que se acercan a
El con disposiciones de lo más variado: unos van porque todos lo hacen, otros
por curiosidad, otros acuden con esa fe tan grande capaz de conseguir milagros.
La tímida audacia
de la hemorroísa debe servirnos para "tocar" a Jesús. Su timidez nos
puede ayudar a no perder el respeto al Santo de los Santos. Su audacia para
acercarnos más frecuentemente a los sacramentos. La fe une timidez y audacia y
se manifiesta conseguir lo que se desea ardientemente. No olvidemos que Jesús
está esperando que le toquemos en los sacramentos con audacia y respeto.
Alegra comprobar
como la hemorroísa cuenta a todos su curación. Por una parte es la alegría del
milagro, pero además está la nueva libertad que Cristo trae ante prescripciones
humanas que conducían a una situación injusta no querida por Dios. Nosotros
podremos proclamar la alegría de los dones que se nos dan conectados a la
recepción con fe viva de los sacramentos.
[400] Mc 5,25-30
[401] Catecismo de
San Pío V. II,1,3
[402] Beato Josemaría
Escrivá. Es Cristo que pasa. n. 78
[403] San Ambrosio.
tratado sobre el evangelio de san Lucas. in loc
[404] San Agustín.
Tratado sobre el evangelio de san Juan. 26,3
[405] Mc 5,30-34
Reproducido
con permiso del Autor,
Enrique
Cases, Mujeres valientes 3ª ed Eunsa pedidos a eunsa@cin.es
SIN DAR LUGAR A MALAS
INTERPRETACIONES Y CAER EN ABUSO DE TOCAR EL CUERPO DE JESÚS EUCARISTÍA- YA QUE
LO QUE ELLA TOCÓ FUE EL BORDE DE SU MANTO – NO TOCÓ A JESÚS- JUAN BAUTISTA
DICE: NO SOY DIGNO DE DESATAR LA CORREA DE SUS SANDALIAS. SAN IRINEO DICE:
“ “
- SAN CIRILO DICE: “ “ - SANTO TOMAS DE AQUINO DICE: “
“ MADRE TERESA DE CALCUTA
DICE: “
“
MINISTROS EXTRAODINARIOS DE LA
EUCARISTIA
“En virtud de la reverencia debida a
este sacramento nada lo toca sino las cosas consagradas; por eso, para tocar
este Sacramento, se consagran el corporal y el cáliz así como las manos del
sacerdote” (III, q. 82, a. 3). Santo Tomás de Aquino
Las manos del sacerdote, no son manos
comunes y corrientes, son manos consagradas.
Sólo manos Consagradas pueden tocar y
dispensar el Pan Vivo bajado del Cielo
“En virtud de la reverencia debida a
este sacramento nada lo toca sino las cosas consagradas; por eso, para tocar
este Sacramento, se consagran el corporal y el cáliz así como las manos del
sacerdote” (III, q. 82, a. 3). Santo Tomás de Aquino.
https://angelicapajares.wordpress.com/a-los-ministros-de-eucaristia/
HE ESTADO, SIN CONSIDERAR LO SAGRADO
Y DIVINO DEL ACTO QUE HABÉIS HECHO AL COMULGAR (1)
Cuantas depresiones, cuantas penas,
cuantas lágrimas y pruebas de personas que no les aprovecha la Comunión porque
Me reciben en sus manos pecadoras, manos que tocan las cosas del mundo y que no
están ungidas para Mi servicio. Pues si bien, muchos sacerdotes son indignos y
pecadores, sus manos fueron ungidas por el Obispo, aunque ellos luego hayan
caído en el pecado.
Vuestra lengua es interior. Con ella
no tocáis cosas inmundas, solo alimentos y bebidas, porque si alguno Me recibe
en la lengua también indignamente, os digo lo que dice Mi Apóstol Pablo: De
manera que, cualquiera que comiere este Pan ó bebiere esta Copa del Señor
indignamente, come o bebe su propia condenación (1 Cor 11-29).
En vistas a servirme y darme gloria,
debéis hacer lo que más gloria Me da y más bien os hace, y en el caso de la
Comunión, recibidme en la lengua, es más digno de Mí y más provechoso para
vuestras almas. Yo, Jesús, os hablo y os instruyo amorosamente.
Santa
Verónica
Biografía
Santa Verónica
Fiesta: 12 de julio
Patrona: de lavanderas, lavaderos, fotógrafos.
Fiesta: 12 de julio
Patrona: de lavanderas, lavaderos, fotógrafos.
Su nombre significa "la que lleva la
victoria".
Santa Verónica es recordada por su gesto compasivo hacia Jesús en Su camino al Calvario. Unos le agredían, otros permanecían indiferentes ante tanta crueldad. Ella se le acercó y le enjugó el rostro con su velo. Aquel divino rostro, cruelmente golpeado, ensangrentado y sudoroso suscitó en el corazón de Santa Verónica la misericordia. La fuente de Misericordia recibe de ella en aquel momento un amor que casi todos le negaron.
Santa Verónica es recordada por su gesto compasivo hacia Jesús en Su camino al Calvario. Unos le agredían, otros permanecían indiferentes ante tanta crueldad. Ella se le acercó y le enjugó el rostro con su velo. Aquel divino rostro, cruelmente golpeado, ensangrentado y sudoroso suscitó en el corazón de Santa Verónica la misericordia. La fuente de Misericordia recibe de ella en aquel momento un amor que casi todos le negaron.
Aunque poco sabemos de la vida de Verónica y su
acto de amor, no aparece en las Sagradas Escrituras, la tradición lo ha
recogido como un acto ejemplar que recordamos en la sexta estación del Via
Crucis. Dante lo evoca en el canto XXXI del Paraíso.
Santa Verónica es mujer de gran valentía, ya que su
acto de amor le podría haber causado una peligrosa reacción por parte de los
romanos o de las turbas. Es mujer de gran compasión, ya que venció todo el
miedo y decidió amar en medio de una multitud movida por el odio o la
indiferencia.
El Velo de la Verónica y la ciencia
Tras trece años de investigaciones sobre el
"Velo de la Verónica" (el que, según la tradición, utilizara para
enjugar el rostro de Cristo camino del Calvario), el prestigioso historiador
alemán P. Heinrich Pfeiffer S.J. certifica su autenticidad. Según Pfeiffer, el
rostro de Cristo que aparece en el Velo de la Verónica (hoy conservado en
Italia), se sobrepone perfectamente a la imagen de la Sábana Santa de Turín.
Los trazos son los mismos: rostro oval ligeramente
redondo y asimétrico, cabello largo, un mechón de cabellos sobre la frente, la
boca ligeramente abierta, la mirada dirigida a lo alto; rasgos que influyeron
en toda la iconografía de Cristo en los siglos posteriores.
Entre los exámenes a los que ha sido sometido el
Velo de la Verónica destacan las fotografías digitales realizadas por Donato
Vittore, experto de la Universidad de Bari, así como las observaciones bajo luz
ultravioleta que confirman la inexistencia de pintura sobre el paño.
En efecto, la densidad del color del rostro es muy
fuerte sobre el tejido blanco casi transparente, pero estas tomas digitales
dejan bien a las claras que no hay pintura. No puede, por lo tanto ser la obra
de un artista. Además, en el rostro se observan dos manchitas y da la impresión
de que un líquido, que bien podría ser sangre, se impregnó en las fibras del
tejido.
Pfeiffer: Las imágenes sobre la
"Verónica" no fueron producidas por ninguna técnica conocida. Igual
que con el Sudario de Turín, la imagen sirvió de modelo a las representaciones
posteriores del rostro de Cristo, incluso las de las catacumbas romanas del
siglo IV.
Historia.
Históricamente el origen de la devoción a la Santa
Faz, que no es otra cosa que el culto tributado al rostro de Cristo en sus
misterios de dolor, se remonta al memorable día del Viernes Santo, cuando
cargado con la Cruz, Nuestro Señor ascendía a la cima del Gólgota.
Según refiere Lucas: "le seguía gran muchedumbre de pueblo y de mujeres, las cuales se deshacían en llanto y se lamentaban".
Según refiere Lucas: "le seguía gran muchedumbre de pueblo y de mujeres, las cuales se deshacían en llanto y se lamentaban".
La Verónica es un personaje que no aparece en el
Evangelio. Se la relaciona en la Edad Media con la hemorroisa, curada por Jesús
de los flujos de sangre y se le denomina Bereniké. La leyenda la hace residir
en Panéas (Cesarea de Filipos) donde ella más tarde, como testimonio de
agradecimiento, eregiría un grupo escultórico en bronce con una mujer
arrodillada a los pies de Cristo.
Esta es la leyenda que consta en los Actos de
Pilato. La leyenda se desarrolla con el tiempo y la Verónica junto al
paralítico, el ciego de nacimiento y el leproso, todos curados por Jesús, se
habría presentado ante Pilatos para testimoniar a favor de Jesucristo. La
leyenda del Velo de la Verónica se remonta al siglo XII.
No deja de ser curioso que el mismo nombre de
Verónica signifique "Verdadera imagen". En principio sería un velo
que Jesús empleó en el huerto de los olivos para enjugarse el rostro bañado de
sangre y sudor. Luego se identificará con el velo que llevaba la Verónica y que
se lo entregará a María, que se lo queda y lo da a su Hijo cuando Éste se lo
pide para secarse el rostro.
Posteriormente la leyenda dirá que la misma
Verónica, al ver pasar a Jesús camino al Calvario, se acercó a Él pasando entre
los soldados y le enjugó el rostro con su velo, en el que quedó su Santa Faz
impresa. Como vemos la leyenda de la Verónica muestra grandes analogías con el
Mandylion de Abgar. Ya en el siglo XI Bernado de Soracte habla del lienzo de la
Verónica como una reliquia en la que Nuestro Señor, al enjugarse del polvo y
del sudor, dejó impreso su rostro.
Su éxito en la Edad Media hizo que pasara a la
posteridad como la VI estación del Vía Crucis, en el siglo XIII, y que S.
Buenaventura escribiera sobre el Rostro de Cristo. En el siglo XII Maillo
testimonia que ante la Santa Faz que se conservaba dentro de un marco de plata
en Roma, ardían día y noche diez lámparas. En 1193 a instancias del Papa
Celestino III fue venerada por el rey Felipe Augusto de Francia a su paso por
Roma.
En el siglo XV se hace famosa la Santa Faz de
Alicante, copia de la venerada en el Vaticano que, a su vez, como hemos visto,
es probablemente una copia inspirada en el original Mandylion que se conservaba
entonces en Constantinopla. También adquiriría fama la llamada Santa Faz de Osa
de la Vega.
La tradición de La Verónica inspiró toda una
espiritualidad, sobre todo en Francia, de la que su máximo representante fue
León Papin Dupont. Este caballero nacido en la isla de la Martinica se encendió
en la devoción hacia el Rostro de Cristo tratando con una carmelita del
Monasterio Carmelita de Tours, Sor María de San Pedro, gran devota de la Santa
Faz, y que al parecer tuvo revelaciones privadas al respecto.
Dupont, viudo a los 46 años, y habiendo perdido
también a su única hija, consagró su vida a la oración y a las obras de
misericordia. Tres años después de la muerte de su amiga carmelita, Dupont se
consagró al apostolado de la Santa Faz. Erigió un oratorio en su casa donde se
veneraba una reproducción de la Santa Faz de Roma.
Lo que empezó como una empresa privada, gracias al
entusiasmo y a la vida cristiana práctica de su promotor, se convirtió en
centro de espiritualidad y de reforma de vidas. Multitud de personas visitaban
y escribían a la casa de Dupont, y él las atendía bajo el cuadro de la Santa
Faz, hablándoles del amor de Dios y de la necesidad de reparación.
Dupont falleció en marzo de 1876 y la devoción a la
Santa Faz la continuaron otros. Meses después, el oratorio particular de Dupont
fue elevado al rango de capilla pública. En 1884 se erige en Tours la Cofradía
de la Santa Faz. Esta ciudad, con el Monasterio de Carmelitas en que se
santificó Sor María de San Pedro, y la casa de M. Dupont se convirtió a finales
del siglo XIX en la "ciudad santa" del Rostro, afrentado y dolorido
del Salvador.
Veintidós años después de la muerte de Dupont se
iniciaría una nueva era en la devoción a la Santa Faz, fundada sobre el estudio
científico de la Sindone y la investigación histórica sobre su origen y
recorrido.
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